Alqalbu Fi Fammiha | القَلبُ في فمّها
Ella Finer & Urok Shirhan
¿De quién es el permiso que necesitas? Palmas al suelo, su boca permaneció inmóvil ante la pregunta. Ella no puede levantarse. Se ha obligado a ir al grano. Ser concisa, clara, legible, comprensible. Para traducirse a sí misma. Explicar, contextualizar, ser articulada, verificar su discurso y corregir su lengua. [silencio] Ella se inclina sobre sus palmas, profundamente hundida en el suelo, y siente el poder salvaje de la incapacidad para describir la amplitud de la respuesta. La repetición no le ha servido, la ha silenciado. Se hace la promesa, desde el suelo, de levantarse y hacer que la experiencia del silencio le sirva: su voz, su cuerpo, su verdad. Sus sentimientos oceánicos.
”Hemos sido formados para acatar el miedo más que nuestras necesidades de lenguaje y definición, y mientras esperemos en silencio el lujo de la valentía, el peso del silencio nos ahogará”. [1]
[1] Audre Lorde, “The Transformation of Silence into Language and Action” in Your Silence Will Not Protect You. London: Silver Press, 2017, pp.5-6.
La máquina de escribir, que ella ordena, recoge y equilibra en su bicicleta, es muy pesada. E impulsada por sus manos, es más fuerte que su voz. Está asombrada por la cantidad de ruido que produce la escritura: escribir, en silencio, con la boca cerrada, es un asunto claramente ruidoso. La acústica de la escritura siempre había sido un refugio silencioso: lápiz suave sobre papel, tipografía sigilosa. Y ahora en la insistente voz de la máquina escucha la tiranía del silencio que no la ha protegido.
Su necesidad de lenguaje es profunda y busca el diccionario (un libro que hizo con la mano de un niño) como afirmación de esta necesidad, que solo se intensifica con el tiempo. Sus antepasados mesopotámicos vivieron en tiempos astrológicos y ella siente con fuerza las complejas repeticiones de los ritmos planetarios. Su voz ha llevado durante mucho tiempo las palabras de otros mundos, sus invenciones en y del lenguaje, la manifestación de su autorrevelación.
Y en su memoria este libro habla, en un idioma que ella ha hilado con sueños despiertos; un léxico imaginario con palabras para el sol y el cielo, para la escuela. Estos objetos, que damos por sentado como familiares, que moldea en su boca, toman nuevas formas al nombrarlos. Su madre la oye hablar en una habitación vacía con sonidos espectrales; su madre que habla inglés antiguo mientras duerme. No son tan diferentes entre sí. Aprendieron los idiomas muertos. Declinaciones antiguas. ¿Acaso todos los idiomas no son los idiomas de los muertos?
En el cementerio municipal transformado en parque urbano, ante la proximidad con sus restos materiales, bajo sus pies, le enseñan a respetar a los muertos. Pisar con suavidad. Sus pies parecen más pequeños cuando se ocupa de cómo pisar. Ella maneja el lenguaje con un respeto similar, por su frágil existencia como cuerpos mortales cuyos poderes de animación son tan largos como el aliento que puede sostenerlos. Que me entierres. Ojalá muera primero. يُقْبُرني | Yu2borni, dice ella cuando alguien es tan insoportablemente dulce, hermoso, inocente. Cuando la vista es tan conmovedora, duele. Las palabras viajan cerca del cementerio, elevándose un poco cuando las pronuncia.
Al escuchar de otra manera las palabras que decimos, podemos sentir la distancia que han viajado, la tierra y los cuerpos de los y en los que se han formado. Idiomas de lo profundo. Los sonidos que hemos heredado y transmitido. La idioglosia de ella es un idioma privado, su propia lengua. Y en esta lengua, ella hace el mundo, un mundo de huesos diminutos y fuerzas planetarias insondables, solitario. O eso parece: nunca se siente sola y la radio está encendida, hablando la lengua de su madre.
“Ella deja que hablen otros idiomas, el idioma de mil lenguas que no conoce ni el encierro ni la muerte. A la vida no le niega nada. Su lenguaje no contiene, sino lleva...” [2]
[2] Hélène Cixous, “The Laugh of the Medusa.” Signs, 1.4 (1976): 975-893, 886.
[3] Frances A Yates, The Art of Memory. London: Pimlico, 2010, p.38.
Su madre le habla de cientos de lenguas con solo “un puñado de hablantes”, y ella se aferrará a esta imagen, un número de hablantes en la mano, la medida de unos pocos. ¿Cuántos se pueden retener? Estoy perdiendo mi habilidad de escribir, dice mientras se siente olvidada, habiendo puesto su ”confianza en la escritura, producida por personajes externos”. [3] Se necesita energía para olvidar (tanto como para partir). Ella conoce esta energía en su cuerpo, en el cuerpo del que nació. Y en el cuerpo anterior, el de su abuela, cuyas palabras siempre estaban en el aire, de memoria. Ha sido necesario aprender a escribir para olvidar.
¿Puede perder su habilidad de escribir para recuperar la memoria? ¿O encontrar alguna otra habilidad para afinar la conexión con el lenguaje que ha estado viviendo desde sus primeros años? Ella busca hacer una distinción entre la habilidad de leer y escribir, y tener la habilidad-conocimiento de los idiomas que habita. Idiomas que aprendió ella misma, primero por supervivencia y después por interés. Y el lenguaje que es completamente suyo, ¿cómo volver a esto como una guía para mantener la propia lengua? Para recordar los poderes de expresión todavía no escritos, las verdades que aún están a su alcance.
Ella sostiene su diccionario, un intento de enseñar a otros su propia lengua. [silencio] Sus manos se ven más pequeñas al notar la forma en que lo agarra. Un agarre del lenguaje que ha perdido. Un idioma que se lee como un código secreto: una carta destinada a un amigo de la familia en Bagdad se consideró más segura si no se enviaba.
Cuando no puedes hablar el idioma en voz alta, ¿Lo mantienes dentro? ¿Qué hace ahí? ¿Lo reproduces en sueños, narras alguna parte de tu día? ¿Cuándo sale?
Ahora, ella habla continuamente, por miedo a olvidar―o tal vez no sea miedo, sino más bien un conocimiento profundo de que el lenguaje que existe en su imaginación, sin práctica, sin aire, la abandonará. Se hundirá. Y, aun así, piensa en la mano. Llena. Llena de ecos silenciosos que aspiran ”tener la capacidad de sostener el regreso, la duración de la partida”. [4]
[4] Douglas Kahn, “Acoustic Sculpture, Deboned Voices.” New Music Articles. 8 (1990) 6.