Multi-Cultural Dread
Arjuna Neuman
Nota editorial: La traducción de la transcripción se encuentra al final de esta página
Al escuchar Multi-Cultural Dread de Arjuna Neuman es posible que muevas la cabeza al ritmo de las canciones de Reggae y Jungle. Después de todo, es una reacción que los mixtapes buscan provocar. Sin embargo, este no es un mixtape típico. Neuman conduce la música para establecer una dicotomía, fusionando los ritmos de baile uptempo (rápidos) con imágenes granuladas que transforman la pieza en lo que él llama un ensayo de mixtape; una vertiginosa representación visual y auditiva de la diáspora musical jamaicana que, a medida que se ha reconfigurado y fusionado en la escena musical Jungle del Reino Unido, "equipa", como escribe Neuman, "a los jóvenes marginados del centro de la ciudad con un antídoto para luchar contra un neoliberalismo en ascenso que destruye el bienestar social".
Multi-Cultural Dread es un ejemplo temprano del trabajo continuo de Neuman con el formato mixtape-ensayo. El cual ideó entre un dj set, una transmisión de radio, un ensayo lírico y un video musical. Neuman tiene otras obras en esta línea, como For Lula, Mississippi, publicada por Sonic Acts, Amsterdam; Soot Breath // Corpus Infinitum con Denise Ferreira da Silva por encargo de CCA Glasgow; y el próximo libro Tangle Eye publicado por Archive Books. Por mucho que Multi-Cultural Dread apele a la síncopa para reaccionar del trauma colonial, estos trabajos retoman y continúan su interés en el potencial anticolonial de la música.
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The S, the U, the P the E the R; The S, the H the A the R the P
-DJ Zinc
Un helicóptero de la CIA retumba en el cielo, su cámara escanea la "jungla de cemento" de los Jardines de Tivoli en West Kingston, Jamaica. Otras imágenes pixeladas de 2010 o 2008 o 2005 o 2001 o 1997 muestran a policías militarizados, con rifles listos y cargados entre las calles destruidas. Disparan contra barricadas, en diario estado de emergencia. Allí la policía está buscando a un hombre. Allá (todos se difuminan) hay un motín o una redada de drogas o, simplemente, es otro día; En otro video, los policías (a semejanza del ejército británico antes que ellos) buscan problemas aprovechando su poder. Tivoli Gardens, homónimo de "Concrete Jungle" de Bob Marley, es un gueto no debido a las drogas y el crimen (un estereotipo), sino a los racismos estructurales y ambientales infligidos en esta área: las refinerías de petróleo, las salas funerarias, el alcantarillado y el ferrocarril, la policía, la policía, la policía. Todo aquello lo hace tristemente irónico, como el otro de los jardines originales Tivoli en Copenhague, donde se puede escuchar un concierto tributo a Elton John y Billy Joel por 100 dólares.
Cuando varias notas crean juntas un sonido agradable hay armonía. La armonía racial, como la armonía musical, se basa en notas fijas (aquí no hay micro tonos ni poli ritmos), dichas combinaciones tienen sus raíces en la música clásica, almidonada, es decir, en la estructura-memoria de los días coloniales más oscuros, días que resuenan y duelen, días de caucho y marfil. Podríamos llamar a esto una especie de deuda cultural (reprimida y devuelta), la tiranía de la armonía, o, incluso, del pop actual (de esta manera los extranjeros aprenden a hablar americano). Porque después de todo, ¿Qué armoniza bien con los disparos? ¿Cuáles son las armonías de las funerarias y refinerías y las aguas residuales, la melodía de la industria tóxica y la pobreza estructural, de la contaminación en los pulmones?
No estoy escribiendo sobre el gueto, sino sobre la diáspora musical jamaicana, su memoria y su historia umbilical, con su pegajoso residuo psíquico de colonialismo. Estoy escribiendo sobre Jungle, una música que alcanzó un punto álgido en la subcultura de Londres y el Reino Unido a principios de los noventa. Una música cuyo modo de resistencia cultural ha sido descrito por Simon Reynolds como "un erotismo de la ansiedad", el cual proporciona a la juventud desfavorecida del centro de la ciudad un antídoto para el ascendente neoliberalismo y la destrucción del bienestar social: su antifuturo. Jungle (con su predominante afecto de pavor) desinfla además ese engreído optimismo cotidiano, cuyos crueles apegos dirigen nuestro impulso hacia la desigualdad, esclavitud con otro nombre.
1989: Jungle es un monumento, como Lest We Forget escrito en la esquina de Darling Street y Spanish Town Road (que recuerda las muertes de 27 residentes). El nombre de la música “Junglist” proviene de esta guarnición política, Tivoli y West Kingston, un gueto olvidado, generalizado y reproducido una y otra vez en Londres, en Los Ángeles, en el Sur Global (We are I.E.). Como jamaico-británicos, aquella primera generación de niños que alcanzaron la mayoría de edad en un centro de Londres, de alguna manera, comenzaron a recordar la violencia real y estructural de su pasado y futuro colectivo.
Esta violencia reaparece en la música: en la diáspora musical de una Jamaica en descolonización, de la que sólo el ragga aceleró. Treinta y tres diapositivas a 45: más rápido para dejar atrás los ritmos del momento justo de un mundo neoliberal emergente. Lo suficientemente rápido como para dejar atrás la lluvia de balas de un helicóptero o la interpolación del capitalismo zombi.
Los disparos no son armónicos, pero son ritmo. Jungle declara muerta la melodía, pone la armonía patas arriba, la abandona. Jungle vuelve a muestrear los disparos, los acumula en una escaramuza de ritmos, un asalto a los claustros del clavicordio, a las teclas revestidas de marfil de una sala de conciertos. Los disparos se acumulan, muestrean y remuestrean, hasta que complejas oleadas de declaraciones polirrítmicas (similares a la forma en que funciona un cuerpo) dan forma a una música apenas reconocible por el conservatorio. Se basa en las tradiciones de las Indias Occidentales (incluidos el vudú, los muertos vivientes) y las percusiones tradicionales de África occidental, el tambor que honra el ritmo para que el cuerpo vuelva a valerse por sí mismo. Un situarse fuera del régimen cultural.
Asimismo, Jungle toma prestada la cultura, los iconos, las películas y las imágenes de Tivoli, la “jungla de asfalto”; toma prestado el lenguaje y los sueños de una vida urbana endurecida y la convierte en una fiesta. La música de la jungla transforma el miedo en euforia y luego a pavor otra vez: un reflujo y un flujo (en ondas de éxtasis) de enfrentarse al Otro, un intercambio con lo desconocido (lleno de ansiedad) antes de caminar juntos (ese momento transpersonal de surgir y rodar). Jungle fue una plantilla para un modo diferente de intercambio cultural anticolonial: sí, alimentado por drogas, sintético también, pero derivado de la cultura propia, subversivo y sofisticado (no académico). Una modalidad de intercambio cultural y resistencia que desconoce la danza amo-esclavo (vals, foxtrot, tango), que cabalga la ansiedad hacia una unión hirviente, una masa, un sonido de muchas diferencias. Diferencias que fueron respetadas, identificadas, sentidas y, a veces, superadas a través de lo hardcore.
El modo de Jungle es la síncopa, donde los huecos rítmicos y los comienzos en falso permiten una compleja superposición de ritmos. Esto puede producir sonidos fantasmas que a veces levantan a los muertos vivientes haitianos. Los latidos perdidos o sincopados obligan a la mente y al cuerpo a llenar su vacío: bailar, agacharse, imaginar o dar un paso en el lugar de las ausencias. Estos ritmos sincopados son sensuales y colectivizadores, obligan a un grupo a recordar juntos (Lest We Forget) ese espacio, esa pausa ese latido que quedó fuera. En hipnosis y psicoanálisis se utiliza la síncopa (The S, the U, the P the E the R) para estimular la abreacción o catarsis de emociones acumuladas. (The S, the H, the A the R the P). Una respuesta abreactiva es la revisita del trauma, con el objetivo de una liberación, donde un sujeto hipnotizado vive y experimenta de nuevo los recuerdos y sentimientos del trauma original (The S, the H, the O the O the T the E the R). Tal trauma, cuando se reprime, se repite como un ciclo de violencia. (Super sharp shooters super sharp shooters super sharp). La síncopa de la música Jungle corta el cordón umbilical colonial y cortocircuita estos ciclos de violencia reprimida y devuelta (como la opresión geopolítica neoliberal, donde la esclavitud regresa como mano de obra migrante). El ritmo sincopado de Jungle produce un espacio musical seguro (deslizamiento) para la abreacción colectiva, un espacio deliberadamente hermetizado por la armonía racial o musical tradicional. Una vez revisados, los traumas históricos (2010 o 2008 o 2005 o 2001 o 1997 o 1962 o 1655 o 1509) pueden convertirse en el pavor y la euforia de Jungle, en su candente sentido de unidad.
De esta manera, Jungle puede traer de vuelta a la vida a los que permanecen como muertos vivientes.
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El texto de la obra del video fue escrito durante la residencia del artista en NTU:CCA Singapur.