Temblores armónicos
Manuela Ribadeneira
Temblores armónicos de Manuela Ribadeneira es una perspicaz representación de su trabajo sobre las incertidumbres de la relación entre sonido, conocimiento científico y representación visual. Tras un largo proyecto de investigación inspirado en su visita a Armero (Colombia), destruido por la erupción del Nevado del Ruiz en 1985, Ribadeneira invitó a Pável Aguilar a reflexionar sobre las tres fases sonoras de un volcán en erupción. A partir de las grabaciones de Ribadeneira, Aguilar compuso una pieza orquestal, que presentamos aquí, junto con una conversación entre los artistas e Infrasónica.
Infrasonica
Manuela, tu práctica observa el nivel anecdótico y semántico de los objetos en relación con narrativas de lo moderno/colonial, con frecuencia desde una práctica que sitúa lo íntimo como locus. En 2016 presentaste Temblores Armónicos, una exposición en Flora Ars Natura. Te basabas en una investigación sobre los volcanes, iniciada durante tu estadía en Armero, en la vertiente oriental de la Cordillera Central de Colombia, arrasado por una avalancha en 1985 consecuencia de la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Como parte de la exposición, invitaste al artista hondureño Pavel Aguilar a una colaboración donde él creó una pieza sonora: una inquietante composición musical cuya materia prima es la emisión sónica del volcán. Resulta interesante observar que el germen inicial de esta colaboración fue la posibilidad de pensar desde distintos territorios y metodologías artísticas. ¿Quizá fue un trabajo de pensar juntos la traducción y significación del sonido del volcán? ¿Podrían contarnos un poco más sobre el desarrollo de esta colaboración?
Manuela Ribadeneira
Hola, para contestar tu pregunta debo explicar algunos antecedentes de Temblores armónicos, mi trabajo con volcanes y sus sonidos:
Los primeros Temblores armónicos los hice en el MAC Panamá como parte del proyecto LARA entre finales de 2017 y 2018. Como lo mencionas, surgió a raíz de mi visita a Armero, destrozada por los lahares causados por la erupción. Yo tenía el recuerdo muy vivo de este evento no solo porque crecí y viví en Quito, en las faldas del volcán Pichincha, sino porque fue probablemente el primer desastre natural que se vivió en esta parte del mundo con la insolencia e insistencia de las cámaras de televisión invadiendo el dolor y horror ajeno.
Lo que más me impresionó de esta visita a Armero no fue la destrucción o los nombres y apellidos de los dueños de aquellas ruinas que en un acto de posesión y de memoria habían sido grabados. Fue lo que oí repetidamente durante mi visita y luego en conversaciones posteriores con personas de la zona: “este desastre podía ser evitado porque era predecible”.
Me angustia que lo predecible no se evita. Escuchamos poco y con poca atención los desastres ecológicos que vivimos y las urnas lo demuestran. Me pregunto, si escucháramos mejor y con más atención, y si creemos en lo que escuchamos, ¿podríamos evitar desastres? (El título de la exposición en Casa Triángulo se llamó Ouca, escucha en español y la de Flora tenía un subtítulo: Temblores armónicos: A menudo una advertencia.)
Comencé a investigar la posibilidad de predecir la erupción de un volcán. Me encontré con investigaciones en volcanes de Alaska, Costa Rica y San Vicente. Los científicos grabaron los sonidos que no son perceptibles al oído humano hasta que se cambia su frecuencia. Descubrieron que hay tres momentos: Los temblores armónicos, el grito del volcán, seguido de treinta segundos de silencio antes de la erupción.
El proceso comienza con una sucesión de sonidos casi de percusión producidos por un instrumento parecido a un órgano o una combinación de instrumentos musicales tocados en frecuencias muy bajas (temblores armónicos). Luego la frecuencia y el tono (pitch) aumentan conforme crece la presión. Los temblores se hacen más pequeños y se dan en una sucesión rápida que termina por convertirse en un temblor armónico contínuo que se escucha como un grito. Cuando la frecuencia se eleva hasta un nivel absurdamente alto, produce un silencio de treinta segundos. Luego del silencio, la erupción.
Colaborar con Pavel surge de un pedido de José Roca para invitar a un artista en residencia en Flora a conversar conmigo y mi obra. Escogí a Pavel porque me interesó mucho su trayectoria como músico profesional en una orquesta. Me parecía muy relevante el conocimiento que tienen los músicos clásicos de la interpretación. El músico clásico sabe interpretar la música de otros. Además, la idea de interpretación relacionada con las palabras me llamaba la atención.
Hay una diferencia que existe en el mundo de las traducciones. El traductor hace su trabajo por escrito y con tiempo. Aquella persona que traduce en una conferencia simultáneamente no es un traductor, es un intérprete. Imaginé que Pavel podía ser un intérprete de los sonidos del volcán. Conocía su trabajo previo: usar discursos de políticos conocidos y traspasarlos/ interpretarlos al lenguaje de la música clásica. Así que le invité a aplicar a los sonidos grabados de un volcán su técnica interpretativa. Lo interesante es que el resultado simultáneamente se volvió más escuchable, pero más críptico también. Estaba un paso alejado del volcán pero quizás más cerca emotivamente.
Hay otra razón por la que invité a Pavel a trabajar conmigo: el silencio. Uno de los momentos más importantes antes de que un volcán explote. Estaba yo “cargada” de John Cage y de las maneras de hablar del silencio que hay en la historia del arte y de la música. Entonces vi en la mesa del taller de Pavel una hoja pequeña de papel donde él había garabateado el compás de una partitura y era simplemente un silencio musical. ¡Tengo la suerte de tener esa hoja conmigo!
Para la exposición de Flora, Pavel hizo una versión de esta misma pieza en papel troquelado, es decir, el silencio en vacío. A esa pieza la llamamos: A menudo una advertencia.
Pável Aguilar
Cuando José Roca nos presentó, de inmediato tuvimos una energía excelente para trabajar juntos, sin tener una idea precisa de lo que podíamos comenzar.
La invitación para colaborar y proponer una extensión de Temblores Armónicos de una artista tan destacada como Manuela resultó un desafío muy grato para mi proceso creativo. Preocupaciones en común sobre la potencia del silencio y mi trabajo vinculado a la abstracción visual de los sonidos musicales fueron los hilos conductores que articularon nuestra propuesta. Intercambiar ideas y tener resultados que cuatro años después siguen causando interés me da una gran alegría.
Pensar una propuesta de interpretación sonora del fenómeno volcánico fue fascinante, pues se trabaja con patrones rítmicos y sonoros imperceptibles para el oído humano. Fue una experiencia nueva estudiar los sonidos volcánicos, ya que en Honduras no tenemos volcanes activos ni registros de desastres causados por estos.
Sin embargo, el contexto y raíz del proyecto me resultó familiar, ya que en la región centroamericana lamentablemente es una especie de norma perversa juntar todas las opciones posibles sobre “cómo pudo haberse evitado” un desastre natural, sumado al amarillismo de los medios de comunicación que desnudan aún más la vulnerable condición de las personas damnificadas. Trabajar con una base sonora tan atípica fue un reto porque no era posible alterar los tonos del sonido original. Esto hubiese provocado una diferencia con el matiz del proceso de erupción y los movimientos de la composición original, autoría del volcán en donde yo fui su “intérprete sonoro”.
Cada uno de los sonidos interpretados en piano tienen la altura tonal exacta del extracto de las grabaciones realizadas bajo tierra. Mediante un proceso de composición musical clásico y la ayuda de un software especializado fueron interpretados en una partitura.
Decidí trabajar e interpretar en partituras para piano ya que es el instrumento más completo en términos de amplitud y cuerpo. Resulta útil para trabajar con las grabaciones que, en este caso, fueron realizadas por micrófonos subterráneos. Otra parte interesante fue realizar grabaciones en inglés, portugués y castellano sobre interpretaciones sonoras con nuestras voces. Manuela en Londres, Rodrigo Editore, su galerista, en São Paulo, y yo desde Bogotá realizamos una micro-colección de palabras y emociones que surgen al ser testigos de un desastre natural.
En definitiva, además de haber compartido con Manuela, el proceso motivó intereses y fases de experimentación aún vigentes en mi trabajo, todo gracias al “gran poder del silencio” y los temblores armónicos.
MR
Ese juego con las palabras grabadas para trasladarse al lenguaje de música clásica fue la primera vez que trabajé con códigos QR, entonces poco conocidos y hoy, gracias a la pandemia, en todos lados. Me encantan porque son mini contenedores. En nuestra pieza contenían pequeñas frases musicales, las traducciones a lengua de música clásica de las palabras relacionadas con las erupciones, con el miedo.
Siempre me pregunto cómo vio o vivió el público esta pieza. En parte, creo que no funcionó del todo porque los QR no eran conocidos y la gente no sabía qué hacer con ellos. Hoy esta pieza sería diferente, sin necesidad de instrucciones la gente activaría los QR y crearía quizás una sinfonía, cacofonía o secuencia de palabras de manera espontánea.
Para mi era importante que estas palabras o mini frases aparecieran en el ‘bulletin board’ de Flora. Quería que sean pequeños avisos. No tan grandes como advertencias, pero avisos o recordatorios.
No sé que piensas, Pavel, pero de alguna manera la traducción a música clásica de estas palabras o frases suavizaba su significado. ¿Crees que es un proceso que estetiza?
PA
La interpretación de nuestras voces y su traducción a partituras para piano, siento que encriptó su significado pero mantuvo la sensación de alerta y fragilidad de una forma más poética, manteniendo el “miedo” en cada mini-composición. Recuerdo especialmente la frase ¿Tienes miedo? con nuestras voces y su interpretación musical.
También, la tarea de interpretar cada una de las frases que los tres compartimos entre Bogotá, Londres y São Paulo, tuvo el mismo tratamiento de interpretación y composición que la erupción volcánica. Mantener la intención y fuerza para transmitir esa misma energía a través de notas musicales, tuvo múltiples lecturas por parte del público asistente y pienso en lo lejano y ajeno que se siente el año 2018, en comparación con el frágil inicio de esta nueva década con una pandemia.
Me resulta de lo más curioso, volver a repetir este ejercicio en los tiempos actuales. Ojalá podamos coincidir pronto.